Disertaciones en torno al discurso de la inteligencia femenina
¿Inteligencia femenina? Los misóginos, como Schopenhauer, se apresurarían a afirmar, con violencia en la voz, que desde el título de este ensayo existe una contradicción; “¿Inteligencia – preguntarían –femenina? Son dos palabras que no se pueden juntar en una oración”. Olvidándonos un poco de este autor, pasemos a elaborar nuestras disertaciones en torno a la inteligencia femenina. Es necesario establecer primero las preguntas que tenemos acerca de ella, así que pasamos a formularlas. ¿Está satanizada la inteligencia femenina? ¿Es ésta el pecado original? ¿Inteligencia es igual a malicia? Estas preguntas, y no su totalidad, son las que intentaremos resolver en este ensayo. La inteligencia y el pecado Y Eva tomó los números que colgaban del árbol. Los observó con detenimiento, los palpó y se los llevó a la frente. De lejos se veía a Adán acercarse. Cuando estuvo a cinco pasos Eva le preguntó “¿Sabes sumar?” Después, la luz. En el discurso bíblico, referente a la inteligencia femenina, encontramos en el Génesis que esta va de la mano con el pecado. Recordemos; Eva ofrece la manzana a Adán, la manzana prohibida del árbol de la ciencia o conciencia. Este acto de ofrecer y morder es su condena. Gritos, furia, fuego. Al adquirir Eva la inteligencia quiso dotar a su compañero de esta, lo cual la hizo percatarse de su contexto y de si misma (la Biblia dice desnudez, nosotros diríamos ser). Después todo fue pecado, a Eva se le condenó con los dolores del parto, únicamente por percatarse de su inteligencia. Es, por esto, que en la Biblia encontramos un discurso de: Inteligencia femenina es igual a pecado. Las abuelas y la malicia Aquella mañana caminaba la mujer. Llevaba alegría en el rostro. Sus ojos bailaban y resplandecían con un toque de inteligencia, de malicia. Llegó hasta la esquina rota, donde él esperaba inquieto. Lo miró y supo que aún no sabía nada. Que su secreto permanecía oculto tras su frente blanca, impertérrita. Un discurso socialmente aceptado es el de la malicia natural en las mujeres. Con frecuencia escuchamos a nuestras abuelas referirse a una mujer como inteligente. Pero este término no implica lo que comúnmente sabemos de él. En este caso inteligente es usado para dar a entender una especia de malicia o cabronería en la mujer. El discurso de las abuela es, por lo tanto, la continuación recontextualizada del discurso religioso. Es decir, se asocia al mal con la inteligencia, se asocia a la serpiente con la ciencia. Es este discurso el que nos hace pensar que la palabra inteligencia hace más referencia a la palabra astucia. Recordemos aquel dicho de nuestras madres “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Esta oración nos da la clave para entender el discurso de la inteligencia. Desde la antigüedad se ha sabido que la experiencia da inteligencia; está inteligencia es la vejez del diablo. Cuando una persona se refiere a una mujer como inteligente esta, por lo tanto, posee características que la hacen de desconfianza. El hecho de que ya haya vivido cosas que el hombre ni se imagina la vuelven maliciosa a ojos de la sociedad. En cambio, cuando este adjetivo es aplicado a un hombre este no se deforma ni adquiere otro significado más que el que posee. Locura, poder y pasión Las distintas perspectivas en torno a la inteligencia femenina se ampliarán conforme nos separemos del discurso religioso. Encontramos, por ejemplo, a Faulkner y sus obras, en las que se denota el carácter de la inteligencia femenina. Este autor establece una igualdad que difícilmente se podría negar; inteligencia es igual a locura. Evidentemente Faulkner prefiere utilizar personajes femeninos, ya que el entiende, perfectamente, que este género, contrario a lo que apunta Schoponhauer, tiende a la inteligencia. Pero cambiemos un poco de perspectiva y adentrémonos de lleno al nivel de la sexualidad que, como forma de poder y de control, esta íntimamente ligada a la inteligencia femenina. Xavier Velasco se equivoca en apuntar, en su Diablo Guardián, que si una mujer pensara con la vulva sería una babosa. Y se equivoca en cierta manera, porque aunque la mujer no piense con la vulva si le puede resultar de gran utilidad como herramienta de poder. Traigamos a Cleopatra al caso. Ella, mujer de gran inteligencia, ambiciosa, controlaba a Marco Antonio (sin Solís) por medio de su sexualidad. Lo que ligaba a esta con la inteligencia era un estrecho cauce. Es decir, la inteligencia femenina, combinada al rol sexual visto como medio, es una manera de obtención de poder, y no sólo de poder como forma de gobierno sino de poder de poseer al otro. Esta posesión del otro es un rasgo característico del género femenino, de su inteligencia (ya combinada con pecado, malicia y poder). Pensemos en la Mantis Religiosa o en una araña, estos insectos aman a su pareja en la medida que las absorben, que las devoran hasta desaparecerlas. Con los seres humanos existe algo similar, una mujer inteligente, y es por eso que se les teme tanto y se les intimida, y con pasión tenderá a absorber al otro hasta nulificarlo. Esta nulificación no sólo se dará por medio de la sexualidad, ya que esta es un medio de tantos, una herramienta de la que dispone la mujer, sino mediante la inteligencia. Conclusión El discurso en torno a la inteligencia femenina resulta en su mayoría misógino. Pero ¿cómo no temerle a esa gran creadora? ¿a esa especie de semidiós que es la mujer? Concluyo que estos discursos, socialmente aceptados, se han ido pasando de generación en generación para mantener una especie de orden, un patriarcado que nos viene desde los judíos, donde nuestro Dios si es hombre y la mujer queda relegada al trapeador y la escoba. Esto no quiere decir que yo este de acuerdo con él, sino todo lo contrario, que por medio de este ensayo intento comprender el porque de la existencia de este discurso. ¿Temor? Es lo más probable. |